Previamente, había sido Pereda el que lo introdujo, pero fue más allá (incluso de lo que algún directivo de la organización hubiera querido), e hizo una presentación bastante atípica, al recordar en nombre del sector empresario local, no solo la Constitución Republicana y Federal, sino que “es hora de que nos pongamos de acuerdo entre todos para trabajar juntos por un país mejor. Como sector empresario sabemos del rol imprescindible que tenemos junto al gobierno, para desactivar este peligroso camino por el que estamos transitando. Es imprescindible evitar a toda costa los riesgos de desenlaces más graves. El riesgo, incluso, de un potencial aterrizaje forzoso”, señaló Pereda, mientras Massa miraba a sus acompañantes, los dos secretarios Juan José Bahíllo (Agricultura) e Ignacio de Mendiguren (Producción), sabiendo que rato después iba a confirmar lo que ya había dejado trascender sobre el Plan Soja II, con el que espera recaudar otros u$s3.000 millones de parte de la agroindustria. “Es imprescindible adoptar políticas públicas de fondo, para que vuelvan la inversión y el empleo genuino”, siguió Pereda, incomodando a alguno de los propios, no así a Massa que lo miraba con atención y, tal vez, hasta con sorpresa.

Tras una entrada de puré de paltas con reducción, y un lomo extrañamente a punto, llegó la esperada presentación de Massa que se mostró conciliador y sonriente, casi en todo momento, e hizo un repaso de su gestión de “apenas 3 meses”, aunque asumió a principios de agosto. Aseguró que “el déficit fiscal (cuando asumió) era de 12,4% y el año va a cerrar con 2,5%”. También señaló que “la guerra de las proteínas va a ser un tema central, y que Argentina y Brasil cuentan con el 42% de las proteínas globales”, lo que fue interpretado por varios, no solo como un guiño al campo, sino especialmente al Mercosur. También reconoció que la seguridad energética requiere de estabilidad jurídica y fiscal, por lo que “será necesario aprobar una ley que evite la inestabilidad”, dijo mientras varios intercambiaban miradas. Resaltó además, el rol del sector minero. “Hay 52 proyectos para minerales raros”, reconoció, igual que la expectativa que hay por el cobre. Tampoco se olvidó de la inflación y tras destacar que “es necesario agrandar la base tributaria (para evitar la competencia desleal, y tener que aumentar los impuestos), reconoció que “El orden fiscal es una tarea nuestra, y la acumulación de reservas también”. Nada dijo sobre los rumores sobre su viceministro, Rubinstein, y nadie tampoco lo pregunto. Se retiró tan sonriente como había entrado, 3 horas después, y pronosticando un crecimiento “por encima del 2%”, para el 2023. Todos contentos, o bastante parecido.

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