Estonia fue anexionada a la Unión Soviética a la fuerza en 1940, durante la Segunda Guerra Mundial. En 1991 consiguió independizarse, a la caída de la Unión Soviética. Y no quiere volver al redil de Moscú de ninguna manera. Tampoco su primera ministra Kaja Kallas, cuyas bisabuela, abuela y madre fueron deportadas a Siberia durante la Guerra Fría y que ahora fue puesta en busca y captura por el Ministerio de Interior ruso.

¿Hay que tomarse en serio a los estonios cuando aseguran que Ucrania es sólo un primer paso y que los planes de Vladimir Putin pasan por hacer crecer a Rusia para recrear los tiempos del Imperio de los Zares o de la Unión Soviética? ¿O, su pasado bajo la bota de Moscú y su proximidad tanto a Ucrania como a Rusia les hace ver fantasmas?

Hace ya casi 20 años que Estonia entró en la Unión Europa y la OTAN, cuyos tratados aseguran la defensa mutua en caso de ataque, pero no termina de fiarse. Con 1,3 millones de habitantes (el 22% de ascendencia rusa, herencia de los tiempos soviéticos), más de 300 kilómetros de frontera con Rusia y unas Fuerzas Armadas minúsculas, los estonios piensan que serán probablemente los siguientes si cae Ucrania. Que Putin los usará para probar la voluntad de la OTAN y la UE de defender a sus miembros cueste lo que cueste, como prometen los dirigentes europeos.

Las decisiones que va tomando el gobierno ruso no ayudan a calmar los ánimos. La semana pasada puso en busca y captura a la primera ministra estonia Kaja Kallas, a quien acusa de degradar monumentos de la época soviética. Es inédito que un gobierno, no un tribunal internacional, ponga en busca y captura al jefe de gobierno en ejercicio de otro país.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, con el gobernador de Sebastopol, Mikhail Razvozhayev. Foto APEl presidente de Rusia, Vladimir Putin, con el gobernador de Sebastopol, Mikhail Razvozhayev. Foto AP

Ucrania, solo un «aperitivo»

Estonia considera, y así lo dice Kallas y sus ministros, que Rusia se prepara para una guerra contra la OTAN a finales de esta década y que Ucrania es sólo un aperitivo de un plan mucho mayor. Por eso los estonios piden a sus socios que se preparen ya. Sus servicios secretos advierten regularmente de la modernización de las Fuerzas Armadas rusas y del aumento de la capacidad industrial militar. Repiten que Putin nunca aceptó de buena gane el fin de la Unión Soviética y que mantiene desde hace años discursos revisionistas que se confirman con el ataque a Ucrania.

Estonia teme también que los rusos empiecen antes una guerra híbrida que les tendría por uno de los primeros objetivos. La OTAN instaló su centro de ciberguerra en Tallin, capital de Estonia, por su cercanía a Rusia y porque en 2007 el país sufrió tres días de ataques cibernéticos rusos que pusieron de rodillas su administración y su sistema bancario. El país, como su vecina Lituania, es de lo que más criticaron a los gobiernos europeos que intentaron apaciguar a Rusia (señalaron a Francia) antes de que Putin decidiera enviar los tanques.

Alar Karis, presidente estonio, publicó este lunes una columna en el medio digital ‘Politico’. En ella asegura que Rusia no mide el peso en bienestar económico sino en “métricas imperialistas” como la expansión territorial y la fuerza militar. Karis asegura que para su país la invasión rusa de Ucrania no fue una sorpresa “porque Rusia se apodera de todo lo que ve sin cuidar”. Karis, como otros dirigentes europeos, considera que “la democracia por sí misma es una amenaza para el régimen actual ruso, por lo que cada país democrático es una amenaza para Putin”.

También cree que Putin “no sólo quiere conquistar Ucrania. También está probando la resolución del mundo democrático en nombre de otros autócratas. También está luchando por Corea del Norte o Irán y de ahí su apoyo en esta guerra”. El jefe del Estado estonio pide a sus homólogos no tener miedo a Rusia: “hay tres veces más población en Europa y nuestra economía es 10 veces más grande”.

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