Actualizado Martes,
30
abril
2024

08:49

La universidad de Columbia – la más prestigiosa de la ciudad de Nueva York y una de las más influyentes del mundo – dio menos de una hora de plazo a los estudiantes que ocupaban con un campamento el patio central de su campus principal, situado en el barrio de Morningside Heights, cerca de Harlem.

Si no levantaban el campamento en solidaridad con Gaza y en contra de las acciones de las Fuerzas Armadas de Israel, los alumnos serían «suspendidos», es decir, no se les permitiría terminar el actual semestre, una medida disciplinaria dura, máxime si se tiene en cuenta que el precio combinando de la matrícula y el seguro médico en ese centro docente ronda los 100.000 dólares anuales (93.000 euros). Unas tres horas antes, la rectora de la Universidad, Minouche Shafik, había emitido un comunicado en el que declaraba que la Universidad «no va a desinvertir en Israel», la principal exigencia de los estudiantes del campamento.

La razón aducida por Columbia era que el campamento había creado un entorno hostil a los estudiantes judíos, que suponen más de un tercio del alumnado de la universidad. Los movilizados negaron esas acusaciones, y recordaron que muchos de los arrestados por la policía en el desmantelamiento de otro campamento de apoyo a Gaza similar, pero más pequeño, el 18 de abril, eran, precisamente, judíos.

En medio de ese diálogo de sordos, la fecha tope para levantar el campamento – las dos de la tarde de Nueva York – llegó. Los estudiantes no se fueron. Y en torno a las tres empezaron a ser notificados de que no terminarían el semestre.

Lo que sucedió entonces tiene ecos de las protestas estudiantiles de 1968. Alrededor de la medianoche, los estudiantes abandonaron finalmente el campamento, pero rompieron una ventana del edifico Hamilton Hall y se colaron dentro. Shafik, así, acababa de ver cómo un problema era sustituido por otro.

Y con más simbolismo. Hamilton Hall fue ocupado en 1968 durante dos meses por una caótica coalición de estudiantes que empezaron protestando por el asesinato del líder de los derechos civiles negro Martin Luther King, continuaron por la construcción de un gimnasio en el campus en el que blancos y negros no iban a poder hacer deporte en las mismas salas al mismo tiempo, y se extendieron con el rechazo a la guerra de Vietnam.

Las protestas acabaron incluyendo también la gentrificación que Columbia estaba imponiendo en Harlem (de hecho, la Universidad ha ido empujando varios bloques hacia el Norte el histórico barrio negro a medida que ha ido transformando la composición étnica y sociocultural de la zona). Todo acabó con una expeditiva entrada de la policía neoyorquina a palo limpio el 30 de abril en el Hamilton Hall.

En realidad, aunque el asalto al Hamilton Hall de 1968 fue un fracaso, catalizó una serie de movimientos sociales y políticos, al producirse en una universidad que tiene una influencia cultural en EEUU equiparable a Harvard, Princeton o Stanford. Y ahora puede pasar lo mismo. Máxime cuando las protestas contra la Guerra de Gaza, que van siempre acompañadas de la demanda de que las universidad dejen de invertir en Israel o en entidades vinculadas a ese país, se están extendiendo a la mayoría de los grandes centros docentes del país.

En los estados del Sur, controlados por el Partido Republicano y con una proporción de población ‘cristiana sionista’ (protestantes evangélicos que apoyan a Israel) la reacción policial está siendo mucho más expeditiva, como quedó claro el lunes cuando la policía de Texas repartió leña sin miramientos para echar a los alumnos de la Universidad A&M, en ese estado.

La Policía arresta a un manifestante en Texas

La Policía arresta a un manifestante en TexasSuzanne CordeiroAFP

Varias docenas de estudiantes fueron arrestados, y en el mismo estado, en la ciudad de Austin, la policía detuvo a otros 57 de la Universidad de Texas. Desde el viernes pasado, una pequeña sección del centro de Washington, al lado del Fondo Monetario Internacional (FMI) está cortada al tráfico porque allí está la Universidad George Washington, cuyos aluimnos se sumaron a las protestas el viernes.

En la otra punta del país, la ceremonia de fin de curso de la Universidad del Sur de California (USC) está sumida en el caos, después de que el patronato de la institución ‘desinvitara’ a una alumna por su actitud en favor de Palestina, lo que ha hecho que al menos dos invitados a los actos hayan cancelado su participación como muestra de protesta y solidaridad.

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