Actualizado Domingo,
5
mayo
2024

19:43

«Panamá vuelve a vivir a partir del 5 de mayo». Tal y como anunció en sus redes sociales, el ex presidente Ricardo Martinelli disfrutó este domingo la jornada electoral panameña desde su refugio en la embajada nicaragüense de la capital de su país. «En modo James Bond, agente 007», avisó el ex mandatario devenido en influencer, tótem absoluto de una campaña electoral en la que de nuevo una sociedad latinoamericana se prepara para castigar a su actual gobernante.

Así ha sucedido desde 2018 en las Américas, con la excepción del fenómeno político que representa Nayib Bukele en El Salvador. El voto de castigo es la principal herramienta para unos pueblos hartos de corrupción y violencia, que sufren los coletazos de la pandemia, con los populismos al acecho.

Y esa está siendo este domingo la principal contradicción del proceso electoral panameño: el gran favorito, muy destacado en las encuestas previas, representa a un ex mandatario condenado por corrupción, con estancias en cárceles de su país y de Estados Unidos, y que además ha encontrado refugio en la Embajada de una dictadura cercana.

«Gracias José Raúl Mulino por tu visita hoy», destacó Martinelli tras fundirse en un abrazo con su antiguo compañero de ticket electoral, ministro clave en su Gabinete y abanderado del partido Realizando Metas. Al igual que hace Nicolás Maduro en las jornadas electorales importantes al acudir al Cuartel de la Montaña donde reposan los restos mortales de Hugo Chávez, Mulino no dudó en visitar a su jefe de filas para conseguir su bendición minutos después de votar en el Centro de Convenciones Atlapa.

Poco le importó que se tratase de la embajada del caudillo sandinista Daniel Ortega, en las antípodas ideológicas de la candidatura populista, aunque Mulino ha insistido en las últimas horas que no es ultraderechista. El Gobierno de Laurentino Cortizo protestó sin éxito durante las últimas semanas ante Managua, lo que tensó al máximo las relaciones entre ambos países.

«Pensé que este día nunca llegaría o que yo no lo llegaría a ver, por la infame, ilegal, injusta e inhumana persecución política, donde incluso se atentó contra mi vida física en más de cuatro ocasiones», predicó Martinelli desde el hogar que ha montado en las dependencias diplomáticas.

Desde febrero, el ex presidente ha manejado la agenda política y electoral pasando por encima de las limitaciones de su asilo político en el interior de la Embajada. Arengaba a sus gentes mientras hacía deporte, impartía consejos de salud y vida y jugaba con su mascota Bruno hasta convertir sus redes sociales en el verdadero epicentro de la contienda electoral. Desde distintos frentes se denunció la falta de respeto a la soberanía panameña y el desprecio a la Convención de Viena.

«Para entender la política criolla hay que pensar lo ilógico y contrario al no ser racional. Ahora las redes sociales son los niveladores y se encargan de recordar todo lo que quiere ocultar siendo el real balance o látigo de quienes ostentaron el poder lo desean a futuro», pontificó Martinelli, protagonista de una alianza con Ortega de muy compleja explicación.

Frente a Mulino destaca el ex presidente Martín Torrijos, que forma parte del Grupo de Puebla, foro que agrupa a izquierdistas, revolucionarios y populistas del continente, por delante de Ricardo Lombana, candidato anticorrupción de origen asturiano, y Rómulo Roux, que represente a las élites económicas y sociales del país. Al final del mismo pelotón figura el candidato gubernamental, José Gabriel Carrizo, con demasiado plomo en las alas por culpa de la impopularidad del Gobierno.

«Si Mulino terminase ganando la elección, cosa que aún me resisto a creer, la responsabilidad de tal desastre será de la ciudadanía que prefirió votar por la probada corrupción y no por sus alternativas, no importa cuán deficientes estas puedan ser consideradas», se quejó por adelantado el cantante Rubén Blades, uno de los referentes morales del país, que ha preferido apostarlo todo al cambio en el Parlamento.

Blades, ex candidato presidencial y ex ministro de Turismo, ha apoyado con todas sus fuerzas el cambio que supone la irrupción de la coalición Vamos por Panamá, liderada por los jóvenes Juan Diego Vásquez y Gabriel Silva, quienes optan a la Asamblea Nacional, que cuenta con 71 escaños. En total, son casi 900 cargos políticos los que están en juego en las elecciones en el país centroamericano.

Los panameños gozan de un sistema democrático desde que la invasión estadounidense de 1989 acabara con el régimen autocrático del general Manuel Noriega.

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